En la literatura actual, los movimientos migratorios y las inversiones directas en el extranjero no se suelen considerar conjuntamente. En el presente artículo tratamos de ubicar a España en el proceso de globalización en base a esos dos elementos. Desde nuestro punto de vista, el perfil de España como país de inmigración no puede ser entendido sin tener en cuenta el efecto de la internacionalización de la economía española a partir de la entrada en la Unión Europea. Nos detenemos en el análisis de la combinación de esos dos factores para mostrar cómo en un contexto de globalización el papel del Estado sigue siendo fundamental, aunque su rol se ha hecho más complejo desarrollando, por un lado, políticas de control de los movimientos migratorios internacionales y, por otro, propiciando la expansión de las inversiones directas en el extranjero. Como ejemplo, desarrollamos el caso de las relaciones entre España y Marruecos en la última década.