Abordar la problemática de la desigualdad, o más exactamente de la justicia económica, requiere partir de un criterio distributivo contra el cual contrastar la distribución realmente existente. Locke propuso una teoría o norma de la apropiación original referida a la distribución de los recursos naturales, pero fue incapaz de resolver el problema de la justicia intergeneracional. Marx formuló una teoría del valor trabajo incapaz de explicar por qué el empleo de la propia actividad como trabajo, en vez de su consumo como ocio, daría derecho a la apropiación del excedente, pero el uso de la riqueza como capital en vez de su consumo como renta, no. Rawls propone una teoría liberal de la justicia, el principio de diferencia, en la que cabe admitir las desigualdades con tal de que con ellas mejore la posición del peor situado. En este artículo se defiende la pertinencia de los tres problemas, que conciernen respectivamente a la apropiación de los recursos naturales (y, por extensión, de la riqueza heredada) y de los productos del trabajo y a la incentivación de las aportaciones extraordinarias. Pero se propone, también, una corrección de las tres: de la primera, sustituyendo la apropiación original por las dotaciones iniciales para dar cabida a la igualdad entre generaciones ; de la segunda, recurriendo a una norma del valor trabajo ampliada que incluya la retribución de la abstinencia, es decir, del capital ; de la tercera, en fin, sustituyendo su aceptación sin más por la idea de partir la diferencia, es decir, de reducir la recompensa por las aportaciones extraordinarias al incentivo necesario para las mismas.