La historiografía corre siempre el riesgo de verse asaltada por la propaganda política. La utilización política de la Historia es algo viejo como el mundo y pretender liberarla completamente de contaminaciones ideológicas es una quimera. No obstante, el esfuerzo por mantenerla al margen es tarea irrenunciable de todo historiador profesional. Tras la muerte de Franco los estudios historiográficos fueron poco a poco fijando el «estado de la cuestión» a pesar de lo resistencias ofrecidas desde el Franquismo sociológico. El periodista Pío Moa, debidamente arropado desde poderosos medios de comunicación ideológicamente afines, pretende una vuelta atrás reivindicando los añejos mitos del Franquismo, que pretende fajar como indubitables hechos históricos. El artículo alerta sobre el grave peligro que supone para la cultura política democrática de un país ceder la divulgación de la historia a meros propagandistas y denuncia el peligro de que un simple "bluff" mediático sea presentado ante la opinión pública como un resonador de la historiografía sobre la República, la Guerra Civil y el Franquismo (1931-1975) y que esté alcanzando niveles de difusión insospechados.