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En los últimos años se viene prestando creciente atención en América Latina a diversos problemas que afectan la capacidad productiva futura de la región. El énfasis inicial —por ejemplo, en los estudios de la Comisión Económica para América Latina— puesto en las tendencias, la estructura y las perspectivas de la demanda fue de gran utilidad para empezar a adoptar grandes lineamientos de política económica, en particular para derivar del lento crecimiento previsible de la demanda externa (y más precisamente del de la capacidad de pago generada por las exportaciones) algunas conclusiones de carácter fundamental sobre el papel que debe desempeñar una demanda interna autónoma como motor del desarrollo económico, a través del gasto público, la industrialización y el mejoramiento de la distribución del ingreso. Aceptada gradualmente en América Latina una nueva "estrategia de la demanda", se empezaron a encaminar los esfuerzos de los investigadores a descubrir y valorar los factores favorables o desfavorables al cambio en la estructura de la producción. Esto condujo a iniciar una serie de estudios, en los propios países lo mismo que en los diversos organismos internacionales, en materia de evolución demográfica, evaluación de recursos naturales, estructura e instituciones agrarias, estado de la técnica y capacidad para absorber nueva tecnología, estructura educativa, naturaleza y utilidad de la infraestructura económica existente, calidad y productividad del capital industrial, nivel de capacitación de la mano de obra en general y de los cuadros técnicos medios y superiores en especial, administración pública y reformas institucionales necesarias para acelerar el desarrollo, etc.
