Mohammed Noureddine Affaya
¿Cómo vive el emigrante magrebí su dialéctica identitaria?, pregunta Noureddine Affaya. ¿En qué medida la obsesión identitaria ha creado distorsiones y desgracias? Se trata de una crisis simbólica y existencial, de sentido y de valores, en la cual el lenguaje es el vector y el cuerpo, el espacio que encarna este aspecto de la crisis. En este sentido, el migrante gestiona sus pertenencias, combinando registros heredados (lo familiar) y nuevas experiencias (lo no familiar). Ahora, el problema que se plantea en todas las culturas o subculturas, incluso dentro de una misma cultura, es el del reconocimiento, y en relación con el fenómeno migratorio hay que tener en cuenta las relaciones desiguales entre Europa y el Magreb. Nombrar el Otro es una cuestión cultural y política. En este aspecto, los países de acogida tienen que implicarse antes que ser, como ocurre demasiadas veces, un espectador inquieto o incluso hostil. ¿Cómo se puede instaurar la confianza en situaciones de complejidad, en las cuales la ritualización de la diferencia entorpece la interculturalidad en curso? Para responder a esta pregunta, el autor cuestiona el papel de los intermediarios culturales y su responsabilidad para desconectar espacios y volver a conectarlos.