Las Industrias Culturales (IC) aparecen hoy como el centro nuclear en donde se juega el destino de nuestras identidades, nuestros valores compartidos y la calidad de nuestras democracias. Es también, por eso mismo, el espacio fundamental para los intercambios interculturales, en donde se dirime el grado de diversidad efectiva de nuestras culturas, su capacidad de abrirse, de entenderse e integrar al otro en uno mismo. Es, finalmente, un conjunto de sectores, ramas y relaciones económicas de cada vez mayor peso en el crecimiento económico y el empleo de las naciones y las regiones de países. Las IC constituyen así, por múltiples razones entrecruzadas, el centro ineludible de las políticas públicas culturales y de comunicación pero también, inseparablemente, de las estrategias privadas y de las políticas industriales que las apoyan. Y ello tanto en el terreno nacional como en la arena global. Cooperación y desarrollo se dan la mano pues inevitablemente con el comercio y la competencia. Entender e integrar esas múltiples caras en el espacio iberoamericano, y en las políticas que pueden consolidarlo no es ciertamente fácil. Pero esa complejidad se redobla ahora en medio de dos procesos que están transformando profundamente la realidad: la globalización de las IC, mucho más sistemática y generalizada que la del resto de la cultura; Y la pionera y acelerada digitalización de las IC, seguramente el mayor cambio que la cultura humana ha sufrido desde la aparición de los aparatos de reproducción de contenidos simbólicos, allá por la segunda mitad del Siglo XIX.
The Culture Industry (CI) appears today to be the place in which the fate of our identities, our shared values and the quality of our democracies are decided. In the same way, it is also the site of intercultural exchange, in which one is able to see the level of effective diversity in our cultures, their capacity for openness, comprehensibility and to integrate otherness into sameness. Finally, the CI is a set of sectors, fields and economic relations which carry increasing weight in the question of economic growth and employment levels in nations and their sub-regions. The culture industry therefore undeniably constitutes –for many interlocking reasons– the centre-point of public policies regarding culture and communication, as well as of the private strategies and industrial policies which necessarily support them. This obtains, one should add, not only in national territories but also in the global arena. Co-operation and development therefore inevitably go hand in hand with trade and competition. To understand and bring together these various aspects in the Ibero-American context and to devise policies that are able to consolidate such developments is certainly not easy. But this complexity even redoubles in relation to processes that are profoundly transforming reality: the globalisation of the CI, which is much more systematic and generalised than specific cultural practices;
and the pioneering and accelerating digitalisation of the CI, which is surely the greatest change that human culture has been through since the appearance of the apparatuses for reproducing symbolic content, in the second half of the 19th Century.