Las movilizaciones indígenas en América Latina manifiestan un carácter estructural, definido por la emergencia político-cultural y la afirmación identitaria de las tradiciones civilizatorias no occidentales, y un aspecto político-social dinámico exhibido por los avatares por los que atraviesan en los distintos países y en las distintas épocas. Una reflexión que resulta definitoria es que las configuraciones estatales latinoamericanas, no sólo fueron estructuradas al margen de las poblaciones nativas, sino también en contra de éstas, tal como lo demuestra la casuística tratada en el ensayo. Las actuales demandas indígenas no están orientadas a proponer formas de separatismos, sino básicamente hacia la configuración de regiones o comunidades autónomas dentro del Estado del cual forman parte. Si un estado multiétnico se asume como una sociedad plural, debe explorar todos los caminos posibles en la búsqueda de inéditas formas de convivencia. Autonomía no es equivalente a segregación, sino a nuevas modalidades de articulación social. La existencia de un pueblo como sujeto colectivo, es imposible sin algún nivel de autodeterminación política. Lo que se discute no es la noción de soberanía estatal sobre los ámbitos étnicos, sino asumir que soberanía no debe ser equivalente a hegemonía. La pluralidad de situaciones étnicas existentes, implica que la redefinición de la inserción de cada grupo dentro de los marcos políticos estatales, supondría también una pluralidad de negociaciones posibles. En este sentido se puede argumentar incluso que la tradicional definición unitaria de ciudadanía resulta ahora obsoleta, ya que su mismo afán igualitarista se orientó hacia la represión de la diferencia.
The indigenous mobilisations in Latin America have a structural character. They are connected to politico-cultural emergencies and identitarian affirmation on the part of non-Western traditions of socialisation, as well as a dynamic socio-political aspect such as is displayed in the avatars that have existed in various countries and at various times. Traditional analyses of the question have confirmed that State configurations in Latin America were not only built in ignorance of the native populations, but also through struggle against them (as the casuistic treatise in the essay shows). Current indigenous demands are not, however, orientated towards proposing types of separatism, but rather towards the configuration of regions or autonomous communities within the State of which they form a part. If a multi-ethnic state implies a plural society, all possible avenues must thus be explored in the search for innovative ways of living together. Autonomy does not equal segregation, but rather new modalities of social articulation. The existence of a people as a collective subject is impossible without some level of political self-determination. What is under discussion, however, is not the notion of state sovereignty in ethnic areas, but the question of how to de-link sovereignty and hegemony. The plurality of existing ethic situations implies that the redefinition of processes by which each group comes to be inserted within the political frameworks of the State must involve a plurality of possible negotiations. In this sense one can even argue that the traditional and unitary definition of citizenship is now proving obsolete, since it’s very egalitarian aim now results in the repression of difference.