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Tauã Lima Verdan Rangel
Es un hecho que, en el territorio nacional, el sistema legal establecido privilegia, sobre todo, la confrontación entre las partes involucradas en el litigio, agravando, comúnmente, conflictos inútiles, alargando las batallas y fomentando la confrontación entre los involucrados en la disidencia que causó el litigio. Existe una valoración cegadora del dualismo ganador-perdedor que impregna el sistema procesal adoptado, en el que, imperiosamente, existe la necesidad de establecer una víctima y una persona responsable del evento del conflicto. Si el punto de vista adversario que convierte los límites del cuaderno de procedimiento en un verdadero campo de batalla no fuera suficiente, la lentitud en el desarrollo del proceso tiene el poder de desencadenar un desgaste perjudicial, comprometiendo, a veces, el discernimiento de los que intervienen en la administración del conflicto. En el sistema actual, se cuida de reconocer que los conflictos tienden a enmarcar los procedimientos judiciales. Los litigantes, como consecuencia de los mecanismos procesales envueltos en la legislación procesal, suelen estar obligados a presentar razones justificables para la existencia de disidencia, buscando colocarse en una situación de víctima y ex-adverso como culpable de la ocurrencia del conflicto, utilizando, en ocasiones, argumentos que son hipertrofiados y que no reflejan, debido al grado de compromiso psicológico de los implicados, la realidad existente, agudizando aún más la beligerancia entre los implicados. Ante tal escenario, el alcance de este artículo se basa en la promoción de un examen del diálogo como importante mecanismo impulsor de la gestión de conflictos, basado en los objetivos sostenedores de la Mediación y el Derecho Fraterno, instrumentos importantes en la promoción de la ciudadanía activa y el empoderamiento de los actores para lograr un consenso capaz de reflejar las preocupaciones de los involucrados. Como base teórica se utilizaron las contribuciones presentadas por Luis Alberto Warat, Fabiana Marion Spengler y Elígio Resta.
