China, una vez convertida a la economía de mercado, debía constituir solo un eslabón más en las cadenas de producción de una economía mundial liderada por Estados Unidos y sus multinacionales. Sin embargo, la rapidez de su desarrollo ha generado inquietud en los dirigentes estadounidenses. Por ello se esfuerzan en aplastar una competencia surgida más rápido de lo previsto y que amenaza su posición de superpotencia hegemónica.