Iván Navarro, Josep María Royo
Sudán y Etiopía ejemplifican los levantamientos sociales que desde hace décadas se producen en el continente africano, en pro de mayores libertades, participación, justicia y desarrollo.
Los procesos de democratización en el continente africano de finales de los años ochenta y principios de los noventa condujeron a diferentes escenarios políticos de desigual resultado, que deben ser analizados en perspectiva. Un elemento destacable y común es que comportaron el surgimiento de nuevos actores políticos y sociales, cuyo objetivo ha sido poner en cuestión los sistemas de partido único surgidos tras la anterior ola de movilización social, vinculada a los movimientos de liberación nacional anticolonial de los años cincuenta y las “segundas liberaciones africanas”, a principios de los ochenta.
Con la llegada del siglo XXI emergió una nueva ola de movilizaciones y protestas que demandaba mayor democracia, participación política y respuestas a la crisis económica del continente. La atención por parte de las investigaciones académicas o los medios de comunicación fue prácticamente nula. No fue hasta la implosión de las primaveras árabes, de 2011 en adelante, cuando las miradas se han dirigido a África subsahariana. Esa atención en parte se explica por la posibilidad de un efecto contagio y sus consecuencias en términos de seguridad y estabilidad regional, aunque también en torno a posibles cambios que derivasen en una mejora de la gobernabilidad.
Es común presentar un escenario uniforme para todo el continente, sin tener en cuenta los procesos históricos, políticos, sociales, culturales o económicos que atraviesa cada país de África subsahariana. Su situación se lee a través de los ejemplos de sus vecinos árabes, restándoles entidad. En su obra Africa Uprising, Adam Branch y Zachariah Mampilly rescatan los antecedentes históricos de estas movilizaciones africanas y dan cuenta de más de 90 episodios de movilizaciones populares en 40 países africanos solo entre 2005 y 2014. En algunos de ellos las movilizaciones han logrado la caída de figuras presidenciales que acumulaban décadas en el poder: son los casos de Zimbabue, Burkina Faso, Gambia, República Democrática del Congo, Angola o, más recientemente Etiopía y Sudán. Estos dos últimos ejemplos ponen de manifiesto el papel de los movimientos sociales en la dinamización de las transiciones en el continente africano.
Etiopía: milagro económico, crisis política y represión La “revolución etíope” y sus consecuencias regionales siguen abiertas después de más de un año en el poder del primer ministro Abiy Ahmed. Entre ellas destaca el histórico acuerdo de paz con Eritrea en septiembre de 2018, resultado de numerosas complicidades a ambos lados del mar Rojo y de los cambios internos. El proceso ha generado diversas iniciativas de paz y nuevos acuerdos entre vecinos, iniciativas congeladas hasta el momento debido a la guerra fría a través de la política de alianzas en el cuerno de África y una guerra por delegación, basada en el apoyo a diversas insurgencias. El nuevo escenario derivado de este proceso crea inercia para la paz. Una situación no exenta de riesgos, ya que se basa en elementos de fragilidad endógena y un complejo entramado de relaciones entre los países de la región y sus vecinos de la península arábiga, que compiten por ampliar sus áreas de influencia. ¿Cómo se ha llegado a esta situación…