Elizabeth Maier
Cuando hace casi cincuenta años Simone de Beauvoir (1981; II: 13) afirmó: “no se nace mujer: llega una a serlo”, aludió a los múltiples y Ccomplejos procesos socioculturales de meticulosa y disciplinada socialización de lo femenino, que como identidad social subalterna —construida a partir de un cuerpo sexuado— se relaciona, se contrasta y se define frente al sujeto genérico masculino. Simbolizada desde el imaginario androcéntrico como atada a las fuerzas naturales de lo precultural —como instinto en primera instancia— la mujer como producción histórica/cultural de los regímenes sexo/género patriarcales, oculta en los misterios aparentes de su ser reproductor la compleja red de influencias económicas, sociales y culturales que han accionado sobre su cuerpo y subjetividad, para traducir lo biológico de su naturaleza en una naturaleza eminentemente social.