Osmar Gonzales Alvarado
En los años ochenta, Perú fue escenario de una situación contradictoria: por un lado, el retorno a un régimen constitucional y, por el otro, la aparición de la violencia política protagonizada por Sendero Luminoso (SL) (1980) y en menor medida por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA)(1984). Así, Perú no vivió las sangrientas dictaduras del Cono Sur, ni sufrió dictaduras del tipo centroamericano, pero tuvo que afrontar el problema de la subversión dentro de un régimen constitucional y ello lo ubicó en una posición sumamente especial: tener que cumplir la promesa democrática de mayor bienestar, a la vez que derrotar a la subversión dentro de cauces legales. El no cumplimiento de la legalidad podía significar un escaso apoyo por parte de la sociedad y, en consecuencia, poca legitimidad del sistema democrático.