Miguel González Madrid
De entrada empezamos con dos serias dificultades analíticas: la de definir tanto al Estado como a la política. Pero es posible convenir dos cosas al respecto: en primer lugar, lo que se ha llamado “Estado” ha sido frecuentemente eclipsado por la noción de gobierno, debido a que durante mucho tiempo el Estado fue reducido a una instancia puramente administrativa y garante de la seguridad jurídica (cf. el liberalismo económico) o bien a una función gubernamental hiperactiva garante del desarrollo social y económico (cf. las intervenciones gubernamentales en la época del Welfare State). Pero en la tradición contractualista clásica, como en la constitucionalista y aun en la marxista de corte gramsciano, el Estado no puede reducirse al gobierno e incluye, por ende, a la sociedad civil o a la colectividad de ciudadanos y sus organizaciones.