El objetivo de este ensayo es una exploración de la intimidad del estudio considerado como una forma de vida. El punto de partida que sirve de inspiración aquí es doble. Por una parte, la antigua tradición grecolatina que entendía la actividad filosófica como un ejercicio espiritual (como un arte de vivir o como un cuidado de sí). Desde esta perspectiva, el estudio (al mismo tiempo una actividad que se realiza y un lugar de exilio estudioso) -referido a esta noción griega de «espiritualidad»- consiste en la experiencia por medio de la cual el sujeto (estudioso) efectúa en sí mismo las transformaciones necesarias para tener acceso a la verdad de sus asuntos, donde se quiebran las relaciones tradicionales del adentro y del afuera, lo interior y lo exterior. Lo que aquí se postula, entonces, es que la verdad no se ofrece al sujeto como un mero acto de conocimiento, sino que es preciso que se modifique, transforme y se convierta en distinto de sí mismo para tener derecho de acceso a la verdad. Se establece, entonces, una relación muy diferente -a la que predomina en los discursos pedagógicos contemporáneos de la llamada sociedad del aprendizaje (que ponen el acento en el aprender, pero no en el estudiar)- entre el sujeto y el saber. Por otro lado, este texto se sirve de una imagen determinada, que trata de dar cuenta de un aspecto central de la intimidad del estudio: como Penélope, que teje y desteje cada día una tela funeraria mientras espera el regreso de Ulises, para así poder resistirse a la presión de sus acosadores, el estudio es una actividad interminable que, en cada jornada, el estudioso repite los mismos gestos (en el leer, el pensar y el escribir), gestos que le permiten sostenerse en la larga fatiga del estudio y sustraerse a la presión ejercida por una idea de la educación que ha de estar volcada siempre a los resultados y a las utilidades. En este ensayo se explora, de acuerdo con todo esto, el estudio como una actividad interminable donde se ejerce el tiempo libre en una modalidad de exilio estudioso, en la que la práctica de la lectura y la escrita de anotaciones sostienen al estudioso en la larga fatiga del estudiar.
The aim of this essay is an exploration of the intimacy of the study as a way of life. The starting point for inspiration here is twofold. On the one hand, the ancient Greco-Latin tradition that understood philosophical activity as a spiritual exercise (as an art of living or as self-care). From this perspective, study (both an activity that takes place and a place of studious exile) -referred to this Greek notion of "spirituality"- consists of the experience through which the subject (studious) carries out in himself the transformations necessary to have access to the truth of his affairs, where the traditional relations of the inside and the outside, inner and outward. What is postulated here, then, is that truth is not offered to the subject as a mere act of knowledge, but that it must be modified, transformed and become distinct from itself in order to have the right of access to truth. Thus, a very different relationship is established -to that which predominates in the contemporary pedagogical discourses of the so-called learning society (which emphasizes learning, but not studying)- between the subject and knowledge. On the other hand, this text makes use of a certain image, which tries to account for a central aspect of the intimacy of study: Like Penelope, who makes and unmakes a funerary cloth every day while awaiting the return of Ulysses, so as to be able to resist the pressure of his harassers, study is an interminable activity that, in each day, the atudious repeats the same gestures (in reading, thinking and writing), gestures that allow him to sustain himself in the long fatigue of study and to escape the pressure exerted by an idea of education that must always be focused on results and utilities. In this essay, study is explored, in accordance with all this, as an interminable activity where free time is exercised in a modality of studious exile, in which the practice of reading and writing notes sustain the atudious in the long fatigue of studying.