Sevilla, España
Los estudios propagandísticos de la fotografía han vinculado frecuentemente la imagen fotográfica con la manipulación de su contenido. Son famosos los casos en los que se ha eliminado a personas de las fotografías, se han realizado montajes, e incluso se ha escenificado un momento histórico. No obstante, este artículo parte de que el verdadero factor que determina si una fotografía puede considerarse propaganda, más allá del contenido de la propia imagen o la edición de la misma, es la intencionalidad del emisor último que hace uso de ella, es decir, el ente que detenta el poder. Para ello, en este artículo se hace un repaso teórico de los principales modelos de análisis de la propaganda (Lasswell (1993); Chomsky y Herman (2005); Jowett & O’Donnell (2012); Pineda (2006)), y se propone un modelo de análisis que parte de la emisión de la imagen y permite determinar los procesos mediante los cuales una fotografía puede pasar a denominarse Propaganda Fotográfica; entendiendo que el emisor de la fotografía normalmente no coincide con el fotógrafo que captura la imagen. Al mismo tiempo, también se contempla la resemantización de la fotografía gracias a los efectos transformadores del poder. Actualmente, este tema cobra más importancia que nunca, ya que son numerosos los casos de utilización de fotografías fuera de contexto que únicamente sirven a los intereses del organismo que busca conseguir, mantener o reforzar una posición de poder sobre los receptores de las imágenes. De este modo, la conclusión más relevante es que el uso de la Propaganda Fotográfica no se restringiría exclusivamente a contextos totalitarios, sino a situaciones en las que un emisor utilice la fotografía como herramienta propagandística para conseguir o mantener el poder.
The photographic propaganda studies have frequently linked the photographic image with the manipulation of its content. There are famous cases in which people have been removed from the photographs, assemblies have been made, and even a historical moment has been staged. Not often, this article starts from the fact that the true factor that determines whether a photograph can be considered propaganda - beyond the content of the image itself or its edition- is the intentionality of the sender, the entity that want to achieve the power. For this, after a review of the main models of propaganda analysis (Lasswell (1993); Chomsky y Herman (2005); Jowett & O’Donnell (2012); Pineda (2006)), an analysis model is proposed. It starts from the emission of the image and allows to determine the processes by means of which a photograph can be renamed photographic propaganda; understanding that the sender of the photograph does not normally coincide with the photographer who captures the image.
At the same time, the resemantization of photography is also contemplated thanks to the transforming effects of power. Currently, this issue is more important than ever, since there are numerous cases of using photographs out of context that only serve the interests of the body that seeks to achieve, maintain or reinforce a position of power over the receivers of the images. Thereby, the main conclusion of this paper is that the use of photographic propaganda would not be restricted exclusively to totalitarian contexts, but to situations in which a sender uses photography as a propaganda tool to achieve or maintain a powerful position.