Las políticas europeas de cierre de fronteras confinan en sus territorios a los ciudadanos marroquíes y africanos. Marruecos y África se están convirtiendo en ollas exprés, entre dictaduras, conflictos, represión, miseria y falta de perspectivas. La única válvula de escape es la patera, extremadamente cara y peligrosa. Las negociaciones bilaterales entre la Unión Europea, Marruecos y los demás países africanos le han permitido externalizar la protección de dichas fronteras hacia los países del Sur, así como la contratación en origen de una mano de obra barata y temporal y exportando al mismo tiempo su visión xenófoba y securitaria de la migración. La consecuencia es una extensión de las prácticas de deportación y expulsión, la negación del derecho a la circulación y de la posibilidad para los trabajadores de posicionarse libremente en el mercado de trabajo.