Cuando la crisis global está introduciendo enmiendas de fondo al proceso de globalización, se está haciendo palpable cómo la Europa germano-neoliberal, con una estructura inflexible y gobernada por una lógica tecnocrática y empresarial, ha llevado una buena idea hacia la desintegración y el bloqueo.
Mientras, la sacralización del europeísmo ha hecho de la crítica a la Unión Europea neoliberal una autopista de sentido único para la ultraderecha.
Donde antes se veían ventajas y progresos, ahora se abren paso desventajas y retrocesos con diversas manifestaciones, pero con mayores avances desde la extrema derecha que desde la izquierda, pudiendo marcar un horizonte de regreso al consenso entre estados en detrimento de lo supranacional.