María Almena
Desde 2009 España ha vivido una nueva ola de emigración, la primera en democracia. El regreso de cerca de 2,5 millones de españoles que se fueron por la crisis es aún incierto.
La crisis económica que comenzó en 2008 ha tenido una repercusión social significativa en el ámbito migratorio en la Unión Europea. Espoleados por la crisis de la banca, los diversos gobiernos europeos comenzaron políticas de recortes en los servicios públicos y liberalizaciones del mercado laboral. La consecuencia más directa ha sido un aumento de las tasas de desempleo y de la precariedad en muchos países de Europa, sobre todo en los periféricos. Esto ha provocado la intensificación de flujos migratorios económicos en Grecia, España, Portugal e Italia, por ejemplo, hacia otros países de la UE y, en muchas ocasiones, a destinos más lejanos.
En España estas políticas han provocado la inversión de los flujos migratorios, tanto de personas extranjeras como con nacionalidad española. Este hecho resulta paradójico, ya que España se había convertido, a partir de la primera década del siglo XXI, en un país receptor de inmigrantes, llegando estos a representar hasta un 12% de la población total. Además, tras su larga historia como país emisor de emigración en las sucesivas olas de los siglos XIX y XX, España había acabado por tener un relativo equilibrio en los flujos migratorios de salida y de retorno de nacionales. Sin embargo, en los años posteriores al estallido de la crisis ambos fenómenos se invierten: la pérdida de empleo masiva en sectores como la construcción primero, arrastrando a muchos otros sectores después, supone la salida de muchos inmigrantes (se estima que hasta 2,5 millones han abandonado España a día de hoy). Posteriormente, la política de recortes de empleo público y la precarización del mercado laboral provocaron que el fenómeno cobrara relevancia en la emigración española: a partir de 2009 comienzan a salir de manera notoria más españoles de los que retornan, hecho que se intensifica rápidamente en los años posteriores y que persiste a día de hoy. Se produce así una nueva ola de emigración española, con la peculiaridad de ser la primera vez que dicho fenómeno ocurre en democracia en nuestro país.
Quiénes son los nuevos emigrantes españoles Las cifras precisas de españoles que han abandonado el país son, en todo caso, difíciles de estimar. Las datos oficiales de saldos migratorios son aportados por el Instituto Nacional de Estadística (INE), elaborados a partir de las inscripciones consulares –y subsiguientes bajas en el padrón local– de los emigrantes, que al registrarse en el exterior pasan a integrar el llamado Padrón de Españoles Residentes en el Extranjero (PERE). Sin embargo, los emigrantes no se inscriben en estos registros ni inmediata ni automáticamente al instalarse en otro país. Los consulados pueden estar situados a cientos de kilómetros de los emigrantes, requiriendo viajes para efectuar dicha inscripción. Con frecuencia, tienen horarios de apertura limitados y, en general, pocas oficinas consulares consideran la apertura en fines de semana o habilitan las inscripciones a distancia. Además, la pérdida de derechos como el voto municipal, la accesibilidad a planes de vivienda protegida o el acceso a la sanidad que puede suponer la inscripción consular desincentiva a los residentes en el exterior a realizar este trámite. En definitiva, los emigrantes no se inscriben en sus padrones hasta que se genera una necesidad burocrática importante, como puede ser ejercer el derecho a voto desde el exterior o la renovación del pasaporte. De hecho, al consultar los datos del INE, se observa que los repuntes en las nuevas inscripciones en los últimos años se han producido cuando se celebraban comicios generales, 2011 y 2016.
Con respecto a este fenómeno de desfase de cifras, es posible contrastar las cifras del INE con estadísticas locales (de altas en los sistemas de Seguridad Social o de empadronamiento) en países que desglosen dichos registros según la nacionalidad. Así lo demostraba el estudio “La nueva emigración española: lo que sabemos y lo que no” de Amparo González Ferrer que, en 2013 señalaba la subestimación de las cifras de emigrantes por las fuentes españolas y apuntaba a que las cifras reales podrían multiplicar por tres o cuatro las contabilizadas por el PERE. Esto suponía en 2013 unas cifras más cercanas a los 700.000 emigrantes que los 225.000 estimados. El estudio posterior del Instituto de la Juventud Española “La emigración de los jóvenes españoles en el contexto de la crisis. Análisis y datos de un fenómeno difícil de cuantificar” confirmaba la magnitud de estos desfases entre cifras españolas y de otros países …