Michael Clemens, Cindy Huang, Jimmy Graham, Kate Gough
Los efectos de la inmigración dependen de la respuesta al dónde, cuándo, cómo y quién. Existen políticas capaces de extraer beneficios de la inmigración evitando los perjuicios.
El debate político sobre la inmigración se ha exarcebado en medio de las crecientes crisis de refugiados en todo el mundo y la oleada de victorias electorales nacionalistas. Este debate peca a menudo de estrechez de miras. Políticos y votantes quieren saber, con razón, cuáles son los efectos de la inmigración, para decidir cuántos inmigrantes se han de acoger. Sin embargo, gran parte del debate ha caído en infructuosos argumentos circulares. Los efectos de la inmigración dependen en gran medida de las respuestas al dónde, cuándo, cómo y quién. No puede compararse el efecto que ejerce la llegada de refugiados afganos en Canadá con el de las mujeres bolivianas que trabajan como niñeras en España. Estos efectos dependen radicalmente de los respectivos contextos y están muy condicionados por cómo regulan la movilidad dichos países.
Ningún estudio de caso o documento académico podrá explicar jamás cuál es, específicamente, el efecto de la inmigración entendida en términos generales. Hacerse esta pregunta es tan inútil como preguntarse si los impuestos son buenos o malos per se: la respuesta depende de lo que se grave y de en qué se invierta lo recaudado. En cualquier caso, la multitud de experiencias mundiales en materia de regulación migratoria sigue siendo un recurso útil a la hora de mejorar las políticas. Debemos hacernos, así pues, preguntas más amplias: ¿cómo pueden las diferentes opciones políticas extraer de la inmigración beneficios, evitando a la vez los perjuicios? La inmigración no es intrínsecamente buena o mala. En efecto, su impacto depende del contexto y de las opciones políticas que la configuran.
A medida que los países de bajos ingresos se conviertan en países de ingresos medios, aumentará la presión para que su población en edad de trabajar emigre Aquí reside la clave para entender los resultados de las investigaciones interdisciplinarias sobre el impacto de la inmigración, los cuales dependen fundamentalmente de quién migra, de dónde y hacia dónde, de las circunstancias de su partida y llegada, de las comunidades a las que llegan, de las barreras y obligaciones legales a que se enfrentan y de cómo se regula la movilidad de los nativos –los habitantes de las comunidades receptoras–, entre otros muchos factores. La inmigración puede afectar de forma negativa al empleo de algunos grupos durante determinados periodos, especialmente a los nativos con habilidades, experiencia y preferencias laborales similares a las de los migrantes. Sin embargo, también puede fomentar la creación de mejores empleos, pues anima a los nativos a acceder al mercado laboral y aspirar a trabajos mejores y compensa la escasez de mano de obra, lo que incrementa a su vez la productividad. De manera similar, la inmigración puede costar dinero a los contribuyentes o generar beneficios fiscales; puede conducir a mejorar o empeorar la calidad de los servicios públicos. Esta variabilidad en los resultados no indica un fenómeno incoherente o confuso. Son, por el contrario, señal de que las respuestas difieren sensiblemente dependiendo del entorno.
Cuando se celebran elecciones, estos efectos se atenúan o acentúan, dependiendo de cómo decidan los responsables políticos regular el mercado laboral, las prestaciones sociales y la movilidad. Estos factores determinarán que la inmigración traiga consigo recompensas o resultados negativos, tanto para los nativos y los países de acogida como para los migrantes y los países de origen. La respuesta a las legítimas preguntas sobre los efectos de la migración es la siguiente: la migración es lo que hacemos de ella.
Cada vez es más necesario aplicar políticas que sepan extraer efectos positivos de la migración, pues es probable que en las próximas décadas los flujos migratorios aumenten de forma sustancial. Las proyecciones indican que, para 2040, la población en edad de trabajar en países de bajos ingresos habrá aumentado un 91%, lo que equivale a más de 330 millones de personas. En los de ingresos medios, se prevé que aumente en 625 millones. Otras proyecciones prevén un crecimiento de al menos 800 millones solo en África subsahariana. Aunque las tasas de migración se mantuvieran constantes, este aumento demográfico implicaría un importante crecimiento de la inmigración en términos absolutos. Es probable que la migración también aumente en términos relativos: a medida que los países de bajos ingresos vayan convirtiéndose en países de ingresos medios, aumentará la presión para que su población en edad de trabajar emigre, pues el desarrollo económico genera nuevas oportunidades y, además, aparecerán motivaciones distintas para la migración. Algunas políticas intervencionistas, como las destinadas a crear puestos de trabajo, contener la violencia o prohibir la entrada de migrantes en los países de acogida, pueden reducir en cierta medida la migración, pero no hasta el punto de alterar estas tendencias migratorias generales. Por otro lado, aunque el número de refugiados es relativamente pequeño (22,5 millones), podría incrementarse a medida que persisten conflictos y crisis. Asimismo, es probable que cada vez más población se vea desplazada por la fragilidad de los Estados y los efectos adversos del cambio climático.
Una vez fijadas políticas productivas, el aumento de la migración puede crear nuevas oportunidades y generar beneficios para los países de acogida y los de origen, así como para los migrantes, lo que supone una triple ventaja. Estos últimos tienen la oportunidad de obtener ingresos mucho más altos en los países más desarrollados. En los países de origen, esto se traducirá en mayores remesas para sus familias, lo que tendrá efectos positivos en materia de nutrición y educación, entre otras. Los emigrantes también pueden beneficiar a sus países de origen mediante la transferencia de conocimientos y tecnologías que diversifican y benefician a la economía, y las previsiones de estas tendencias migratorias pueden conducir a una mayor inversión en capital humano. Tanto en países de acogida desarrollados como en vías de desarrollo, la llegada de migrantes y refugiados trae varios beneficios; entre otros, mayores ingresos y mejores tasas de empleo para los nativos, efectos fiscales positivos en términos absolutos, mayor innovación y, en general, una economía más eficiente y productiva.
La adopción de políticas equivocadas puede hacer que estos beneficios nunca lleguen y que, por el contrario, se confirmen las previsiones más negativas. Por suerte, existen muchas experiencias y pruebas que ayudan a que líderes y responsables políticos vean los beneficios de la migración. En concreto, a través de siete cuestiones puede explorarse hasta qué punto las políticas determinan los efectos de la inmigración …