Francisco Ibarra
El cultivo del hombre se ha dado en la conformación de unidad con sus pares en torno al suelo, la raza, religión y lengua esencialmente. Todo ha ido modificándose de forma progresiva desde el término del absolutismo; se intensificó con la revolución industrial. El siglo XX fue el siglo de los grandes avances. Avances no sólo tecnológicos y científicos sino también político-ideológicos.
La asunción de los nacionalismos impuso categorías rígidas y monocordes. Eso cambió. El suelo y la raza quedaron en segundo plano, ahora nos referimos a etnia en desmedro de raza, en tanto la lengua y religión siguen teniendo incidencia, pero de ningún modo recalcitrante como en tiempos pretéritos.
La configuración del Estado-nación está en crisis. La globalización en cierta medida borró las fronteras territoriales y límites ideológicos. En la segunda modernidad o escenario posmoderno, más que reconocer a un Otro, hay que construir con ese Otro en la frontera del disenso.