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Laura Fernandez Cordero
Quien lea esta investigación se encontrará a una antropóloga comprometida, sensible y atenta que, años atrás y mientras estudiaba antropología en la UBA, también trabajaba para vivir mientras generaba lazos con las mujeres qom (tobas del oeste o ñachilamole’ec) y sus familias en comunidades situadas en el oeste formoseño. Se desplaza en los mismos medios de transporte, es testiga cercana de partos, alegrías, desigualdades y violencias; acompaña al monte a las mujeres y comparte una práctica social que, según las mayores y ancianas, “se está perdiendo”. La autora parece formar parte de esa antropología que no teme dejar el lugar protagónico del relato pero que tampoco se achica ante lo más difícil: verse a sí misma. Es de esas antropologías, también, que lejos de fascinarse con el diagrama de una estructura de parentesco o una disposición espacial, buscan indagar las reactualizaciones presentes de esas lógicas. Aunque no den los resultados que se esperan, aunque no se comporten con la eficacia explicativa que se espera. En este libro no se teme a las paradojas.
