Eliane Ursula Ettmüller
Los ideólogos de la yihad discuten desde hace décadas sobre el papel de las mujeres sin llegar a una conclusión. Hoy son muchas las que deciden su implicación, desde la educación de los hijos al proselitismo o el combate.
En la ciudad indonesia de Surabaya los seguidores del Estado Islámico (EI) sorprendieron al mundo con una nueva infamia. En mayo de 2018, dos familias cometieron atentados suicidas contra iglesias y una comisaría de policía. Según los vecinos y amigos, las familias tenían un comportamiento normal y no llamaban la atención por prácticas extremistas. Los niños iban a modernos colegios privados y las madres no llevaban velo integral (niqab). No obstante, detonaron bombas adheridas a sus cuerpos al lado de sus hijos. ¿Qué puede llevar a unos padres a comportarse así? La respuesta es sencilla e incomprensible a la vez: la perspectiva de llegar juntos al paraíso muriendo como mártires en la yihad.
En los años ochenta, el teólogo y yihadista Abdullah Azzam –creador de la “oficina de servicios” para los muyahidines árabes que luchaban contra los soviéticos en Afganistán–, escribió en su panfleto “¡Seguid la Caravana!”, que la yihad era fard al ayn, una obligación para todos los musulmanes comparable a los cinco rezos diarios. Las familias indonesias cumplieron juntos con ella: padres, madres e hijos, de entre ocho y 17 años. Un vecino dijo a The New York Times que la familia que mató a 12 personas estaba muy unida y, al actuar juntos, han permanecido juntos para luchar en la yihad. Las familias estaban bien integradas en comunidades multiétnicas y no tenían problemas económicos. Se trata de una situación similar a la de muchos de quienes se han unido al EI o cometido atentados en su nombre.
Es preciso entender la ideología islamista, y sobre todo la yihadista, como un movimiento totalitario –pretende dominar de manera integral a individuos y sociedades, atrayendo a personas de toda edad, sexo y clase social– e imperialista, con aspiraciones de dominar el mundo. Según las estadísticas, de los ciudadanos europeos que se integraron al EI, hasta un 20% eran mujeres o menores de edad. ¿Cuál es su motivación? ¿Por qué atrae el EI a mujeres que habrían tenido una vida considerada libre en sus países de origen? Cubiertas, encerradas y esclavas sexuales En un reportaje del diario sueco Expressen, publicado en marzo de 2014, dos mujeres sirias grabaron con una cámara oculta en las calles de Raqqa, entonces bajo el régimen del EI. Un agente de la hisba, la policía de la virtud, las reprende por no ir bastante tapadas. Una de ellas concluye que les han robado su feminidad y su libertad por completo. Más terribles aún son los testimonios de las mujeres yazidíes que, tras ser raptadas en sus casas al noroeste de Irak por el EI, fueron vendidas como esclavas, maltratadas y violadas.
Desde su autoproclamación como califato, a finales de junio de 2014, el EI ha criticado a los medios de comunicación internacionales por distorsionar la realidad de sus habitantes y combatientes. En ningún momento negaron sus actos violentos; al contrario, incluso aparecían en películas de propaganda con las que han ganado aún más seguidores. La estrategia ha sido apelar a un fin superior: la umma, comunidad musulmana idealizada, y el paraíso que espera a sus miembros. Por ello es necesario aplicar la sharia, la ley de Dios.
El mismo discurso se utiliza con respecto a las esclavas sexuales. Umm Sumayyah al Muhajirah, autora de la columna “Para las hermanas” de la revista de lengua inglesa Dabiq, justificaba en 2015 el uso de la esclavitud en un artículo titulado “¿Chicas esclavas o prostitutas?”. Citaba azoras (capítulos) del Corán y presentaba varios ejemplos de la tradición profética coleccionada por Bujari y Muslim. Según Al Muhajirah, el principio del saby (capturar esclavos durante la guerra) “es una gran sunna (tradición) del profeta Mahoma”. El profeta y sus compañeros tomaron por esclavas a las mujeres de las tribus judías y politeístas derrotadas. La autora muestra su indignación porque algunos seguidores del EI intentaran camuflar el hecho de que los combatientes habían capturado, esclavizado y violado a mujeres yazidíes, pues solo estaban cumpliendo la ley de Dios. Además, insiste en que el saby no tiene como objetivo el placer: Dios hizo posible la captura de esclavos infieles para la salvación de sus almas, ya que muchas se convierten posteriormente al islam. Acusa a sus enemigos de hipocresía por permitir la prostitución mientras reprochan a los combatientes del EI. Concluye preguntando: “¿Cuál es vuestra religión? ¿Cuál es vuestra ley? Decidme, ¿quién es vuestro señor?”. Así, los seguidores del EI invierten la cuestión ética y se la devuelven a sus enemigos. Sus ideólogos convierten actos violentos en virtudes prescritas por Dios, y se asombran de que incluso muchos islamistas radicales no compartan su criterio…