El empuje de los ultras, los guiños a la extrema derecha del grupo popular y la crisis de la socialdemocracia amenazan con transformar la Eurocámara en las elecciones de 2019.
“Esta vez será diferente”, repetían desde Bruselas antes de las elecciones europeas en 2014. Las asignaturas pendientes eran conocidas: indiferencia por parte de muchos ciudadanos, baja participación y dificultades para hablar de cuestiones europeas en unas campañas electorales inundadas por la política nacional. Entonces hubo mejoras, pero no grandes cambios. ¿Se corregirán estos males en las elecciones al Parlamento Europeo de mayo de 2019? Todos quieren pinchar la burbuja de la política europea, tanto las fuerzas tradicionalmente impulsoras de la integración como los nuevos partidos populistas empeñados en deformarla. El excepcional tiempo que viven los sistemas políticos nacionales a raíz del estado de policrisis en que vive Europa desde 2008 invita a pensar que esta vez sí será diferente.
El principal mal que debe ser revertido –el baremo más objetivo de la indiferencia de buena parte de la ciudadanía europea sobre el engranaje político supranacional– es el de la participación electoral. Curiosamente, no ha dejado de caer desde las primeras elecciones en 1979 (61,99%) hasta las últimas en 2014 (42,61%). En este tiempo el Parlamento Europeo no ha dejado de aumentar su músculo; de cámara prácticamente simbólica a verdadero poder legislador, actor internacional –tiene la última palabra sobre los acuerdos internacionales firmados por la Unión Europea– además de foro donde se celebran debates de primer nivel. Bien es verdad que el campo electoral se ha triplicado: de los nueve Estados en 1979 a los 27 que elegirán a sus representantes el año que viene tras el Brexit.
En el imaginario ciudadano, la política europea transita por un lejano camino y la nacional está a la vuelta de la esquina, a pesar de que en esta última las referencias a la UE se han multiplicado a raíz de las crisis de la última década. La gran pregunta es si esta vez la campaña de las elecciones europeas logrará unir ambos caminos en las ocupadas mentes de los ciudadanos de a pie.
Los europeístas sueñan con pinchar la burbuja de las elecciones europeas: convertirlas en una elección de primer nivel y dar un empujón a Europa en este tiempo de extendido pesimismo. Los partidos antieuropeos también quieren desmantelar esta burbuja, pero con propósitos distintos: popularizar la política europea para trasladar a una escala mayor la revolución conservadora y nacionalista que prende con éxito en varias capitales.
Hay algunos datos positivos de la encuesta encargada por la Comisión Europea en mayo de 2018. Por primera vez desde 2007, el 48% de europeos considera que “su voz cuenta en la UE” frente al 46% que piensa lo contrario. La diferencia con la política nacional es importante pero no abismal. El apoyo a la UE es el más alto desde 1983, aunque las disparidades siguen siendo grandes (en Italia un 61% cree que su voz no cuenta en Europa, frente a un 30% que piensa que sí).
El aumento del apoyo a la UE se identifica en Bruselas con el efecto Brexit. El referéndum británico de 2016 sirvió como toque de atención. El mensaje percibido por la mayoría de europeos es que se puede salir de la UE, pero no parece que merezca la pena a juzgar por las dificultades que están teniendo los británicos en cumplir sus promesas. En todo caso, la composición del Parlamento Europeo elegido en mayo de 2019, solo dos meses después de que los británicos abandonen formalmente la UE, dará una idea más precisa sobre la forma que toma Europa tras su primer divorcio.
El Brexit tendrá un efecto importante en la composición del nuevo Parlamento. Los 73 representantes británicos se retiran y 27 de esos escaños serán repartidos entre otros países (los 46 restantes se reservarán para futuras ampliaciones). España y Francia podrán elegir cinco representantes más; Italia y Holanda, tres; Irlanda dos y Polonia, Rumania, Suecia, Austria, Dinamarca, Eslovaquia, Finlandia, Croacia y Estonia uno más. Los ciudadanos del resto de Estados miembros elegirán al mismo número de eurodiputados. La Eurocámara ahora tiene 751 escaños y pasará a tener 705…