Las masas se enfrentan cara a cara a las fuerzas de seguridad, tratando de cruzar la línea que no hay que cruzar. Se acerca un cañón de agua; la multitud se dispersa, algunos se quedan. David contra Goliat. En las confrontaciones urbanas, al cañón de agua siempre le siguen los gases lacrimógenos. Algunos manifestantes devuelven los botes de gas lanzándolos contra la primera línea policial; otros tratan de inutilizarlos.
Una mujer se acerca a la policía con calma, de forma a la vez valerosa y ridícula. Un policía aborda a una mujer de manera violenta y cobarde. Un hombre se alza desnudo: «Así de frágiles somos». Aparece un superhéroe: «Tenemos poderes secretos». Una estruendosa multitud que, vista desde arriba, cubre todo el paisaje urbano como si fueran hormigas. Una plaza. ¿Dónde estamos? ¿Es la plaza Síntagma de Atenas?, ¿la Puerta del Sol de Madrid?, ¿la plaza Tahrir de El Cairo?, ¿la plaza Taksim de Estambul? Todas estas imágenes se fusionan entre sí y configuran el panorama caleidoscópico de un malestar social y político global, de un nuevo ciclo de rebelión iniciado a finales de 2010.