Roger Albinyana
Europa tiene intereses vitales en la región del Mediterráneo sur, como la estabilidad o el acceso a sus mercados y sus fuentes energéticas. Los países del sur y este del Mediterráneo también tienen intereses ineludibles en la Unión Europea: esta no sólo representa el principal socio comercial, uno de los principales inversores en la región y un importante donante de ayuda a la cooperación, sino que además es residencia de casi ocho millones de ciudadanos originalmente del Mediterráneo sur, y es objeto de deseo para decenas de miles de estudiantes de los países del sur que cada año ingresan en universidades europeas. A pesar de esta increíble interdependencia, las relaciones entre la UE y los países del sur y este del Mediterráneo se caracterizan por ser extremadamente asimétricas y verticales, en un contexto regional cada vez más mutante e impredecible. Con el fin de hacer frente a estos retos, la Unión Europea dispone de instrumentos y políticas para intensificar la cooperación con los países de la región mediterránea. Estos instrumentos de cooperación han acabado priorizando la dimensión bilateral en detrimento del marco de diálogo multilateral, y han diluido así el Mediterráneo como sujeto regional en el mundo a la vez que han sustituido paulatinamente unos instrumentos de cooperación que buscaban primordialmente el desarrollo humano en la región a medio y largo plazo por otros que intentan gestionar crisis contingentes a corto plazo.