En la pasada década en España. como en la mayor parte de las economías europeas. se ha producido una conjunción de cambios en la naturaleza de las tareas, en la organización productiva y en la tecnología empleada en los procesos de trabajo. Estas transformaciones se corresponden con las modificaciones en las formas de enfermar a causa del trabajo. La sociedad industrial, sustentada en el uso de la energía, tiene como paradigma de riesgo laboral el accidente. El riesgo dominante en una sociedad de servicios, en la que el componente principal de su actividad productiva se basa en el tratamiento de información, es aquél que afecta a las funciones mentales del trabajador. Esto no significa la definitiva superación de los riesgos "materiales" y su sustitución por los de carácter "mental", tan sólo un cambio de paradigma que anuncia dónde se encontrarán los problemas más frecuentes en el próximo futuro. Sumándose a los riesgos tradicionales que permanecen, emergen nuevos problemas, si no de naturaleza radicalmente distinta, sí en una dimensión desconocida hasta hoy. Así, las quejas relacionadas con síntomas de estrés se disparan y, por otra parte, las molestias osteomusculares amenazan con convertirse en una epidemia en los centros de trabajo. De esta forma, el "patrón de riesgos" dominante, hoy día, ya no se circunscribe, como en el pasado, a determinadas profesiones, sino que se universaliza, extendiéndose a colectivos que antes se consideraban a salvo. Al tiempo, su origen es más complejo y sus manifestaciones en la salud más imprecisas, lo que dificulta su identificación y con ello su control.