Francisco Esteban Bara
La educación universitaria de hoy se ha adaptado a las actuales circunstancias, o más que eso, está siendo clave en la optimización del nuestro entorno. No podría ser de otra manera, la universidad forma parte del sistema social en el que se encuentra, y la formación de excelentes profesionales es un asunto primordial para el buen funcionar de dicho sistema. Sí, hoy en día se reclaman diversos perfiles profesionales, clásicos y actuales, que ser formados en las aulas de nuestras universidades. Sin embargo, eso no es todo, y según como se mire, ni tan siquiera es lo más importante. También durante los últimos años, y a un nivel internacional, están apareciendo inquietudes sobre dicha educación, especialmente cuando ésta es concebida en tanto que desarrollo humanístico, ético, ciudadano, o cuestiones por el estilo, de los estudiantes. Es lógico pensar, que no es suficiente con eso de formar excelentes profesionales, es más, la realidad demuestra que eso no sirve de demasiado cuando la formación personal y ética es insuficiente o no está a la altura de las circunstancias actuales. El objetivo de este trabajo se centra en esto último, y lo hace de una manera especial: volviendo a un pasado en que se encuentran ideas filosóficas esenciales, ideas que, lejos de lo que pueda parecer, pueden acomodarse en la actual realidad.