Hace doce años, François Hollande, entonces primer secretario del Partido Socialista (PS), extraía las lecciones de la eliminación de Lionel Jospin en la primera vuelta de las elecciones presidenciales de 2002. Y rogaba a todos los elementos situados a la izquierda del PS que “no dejar[an] la socialdemocracia sola consigo misma”. En caso contrario, temía que los “dos ríos” de la izquierda, el suyo y el más radical, “no vuelvan a unirse, tampoco con motivo de las confluencias electorales”. No iba tan desencaminado... Durante cinco años, Hollande, elegido como presidente de la República en 2012 gracias al poder del rechazo provocado por su predecesor, gobernó solo, y dispuso de todos las palancas políticas. Al final de este trayecto, había “decepcionado” tanto que, en abril de 2017, Benoît Hamon, el candidato oficial de su partido, solamente consiguió –con el apoyo de los ecologistas– el 6,3% de los votos. En efecto, la (...)