El acuerdo entre los principales líderes cristianos libaneses, Samir Geagea y Michel Aoun, ha conducido al inicio de una colaboración entre dos actores radicalmente enfrentados hasta ahora. El objetivo de este artículo consiste en valorar la posibilidad de que el mismo implique un cambio notable en favor de la comunidad cristiana del equilibrio político existente en el país desde el final de la guerra civil. Para ello, se ha realizado un análisis de los distintos escenarios posibles y de sus implicaciones para el sistema institucional libanés. Las conclusiones extraídas apuntan a que existen una serie de circunstancias (la polarización de la política libanesa, la rivalidad entre Arabia Saudí e Irán, la guerra civil siria…) que han favorecido el reforzamiento de la influencia política cristiana dentro de las coaliciones electorales existentes, pero que el tradicional fraccionamiento de las élites cristianas hace improbable el surgimiento de un auténtico polo cristiano o de una tercera vía. Sin embargo, sus efectos han sido positivos para solucionar el bloqueo institucional existente. También ha contribuido a alcanzar un consenso con respecto a la ley electoral, ya que los partidos tradicionales están interesados en evitar el surgimiento de nuevos actores políticos.
An agreement between the principal Lebanese Christian leaders, Samir Geagea and Michel Aoun, has begun a collaboration between two previously radically antagonistic actors. The objective of this article is to assess the possibility that this implies a remarkable shift in the post-civil war political balance, in favour of the Christian community. In order to achieve this objective, the paper analyses a umber of different possible political scenarios and their implications for the Lebanese institutional system. The conclusions suggest that several circumstances, including the polarisation of Lebanese politics, the Saudi-Iranian rivalry, and the Syrian civil war, have contributed to the enhancement of Christian political influence within the current electoral coalitions. However, traditional divisions among the Christian elites renders unlikely the emergence of either a true Christian pole or a ‘third way’. Regardless, the effects of the agreement have been positive in relation to solving the existing institutional blockade. It has also contributed to attaining a consensus concerning the new electoral law, as traditional parties are interested in preventing the emergence of new political actors.