Desde la llegada de los programas de cumplimiento (compliance) se ha experimentado un auge en la figura del informante o delator (whistleblower). Sin embargo, en la potenciación de dicha figura existe una tendencia internacional que avanza hacia el pago de las recompensas por la información, convirtiendo al delator en un cazarrecompensas (bounty hunter). Ello, además de suponer el cambio del componente ético de la denuncia por otro de carácter económico o lucrativo, tiene importantes connotaciones sustantivas, procesales y relacionadas con la autorregulación empresarial.