Alicia García Herrero
Europeos y chinos enarbolan la bandera del multilateralismo pese a los obstáculos mutuos al comercio y la inversión bilateral. Para España, la relación con China es aún tarea pendiente.
LA Unión Europea y China son dos economías gigantescas � la segunda y la tercera del mundo �, muy próximas a la de Estados Unidos. En lo que a apertura se refiere, superan claramente a esta última con unos volúmenes anuales de comercio internacional de bienes y servicios de 15 billones de euros y 4,75 billones en 2015, respectivamente. Tras el giro del gobierno estadounidense hacia una política proteccionista, la UE y China han empezado a enarbolar la bandera de un multilateralismo basado en normas. No obstante, en el camino hacia esa meta se interponen obstáculos tanto históricos como recientes.
En los últimos años, muchos líderes empresariales europeos están viendo en las empresas chinas una fuente de competencia desleal. Al mismo tiempo, los competidores emergentes chinos restringen los rendimientos de las inversiones europeas en su país. La propiedad pública sigue siendo una característica destacada de la economía china que genera preocupación en la UE en lo que a acceso al mercado y a competencia desleal se refiere. Por su parte, China piensa que la UE limita y discrimina sin razón a sus empresas públicas. De manera más general, parece claro que el modelo económico chino no va a converger con el europeo en el futuro próximo.
Tras la crisis financiera y la prolongada fase de austeridad económica en la mayoría de Estados europeos, los gobiernos de la UE tienen menos apoyo político para defender unos tratados comerciales que se puede pensar que van a provocar nuevos trastornos a corto plazo en determinados sectores de las economías nacionales. Más bien se enfrentan a sentimientos populistas y a partidos políticos que sostienen que la globalización está en la base de la tensión social, la inseguridad y la desigualdad económica crecientes. Además, aunque el modelo de bienestar social de la UE está más desarrollado que el estadounidense, en Europa ha resurgido con razón el debate sobre la desigualdad. No obstante, el análisis se suele centrar en uno solo factor � el comercio �, mientras que se ignora la influencia de otros factores estructurales, como el envejecimiento de la población, la rapidez de los avances tecnológicos, la automatización de la industria y el hecho de que los mercados europeos de servicios sigan fragmentados.
Por su parte, China tiene ante sí numerosos retos en su compleja transición hacia un modelo de crecimiento que dependa más del consumo y el crecimiento. En lo que a la estructura económica se refiere, el recientemente clausurado XIX Congreso del Partido Comunista Chino (PCCh) � que se reúne cada cinco años para orientar la estrategia del país y remodelar su liderazgo � parece confirmar que el Estado � y el PCCh � seguirá desempeñando un papel fundamental en la producción y distribución de bienes y servicios. Los líderes chinos también tienen que lidiar con un contexto regional cada vez más complejo, donde las relaciones con sus vecinos, así como con EEUU, exigirán una atención constante.
En estas circunstancias, parece importante analizar dos aspectos clave de las relaciones económicas entre la UE y China, en concreto, el comercio y la inversión, y considerar cómo afectan a España.
La potencia del comercio EL comercio es el área de interacción más desarrollada entre chinos y europeos. Las transacciones de bienes se expandieron con especial rapidez a raíz del ingreso de China en la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, y alcanzaron 515.000 millones de dólares en 2016 frente a los 113.000 millones de 2001. Para China, la UE es el mayor proveedor de importaciones, y viceversa. En 2016, China representó el 20,2% de las importaciones europeas, mientras que la Unión supuso el 13,1% de las importaciones chinas ese mismo año. La mayor parte del comercio corresponde a bienes. (El comercio de servicios equivale solamente a una octava parte del de bienes). El crecimiento del tráfico comercial UE-China ha sufrido una importante desaceleración desde 2011, en línea con la desaceleración del crecimiento del comercio a escala mundial, debido al deterioro de la economía tras la crisis de la deuda soberana.
En cuanto al futuro, diversos factores impulsarán el cambio de naturaleza del comercio entre la UE y China. En primer lugar, es probable que el de servicios crezca más deprisa que el de bienes, sobre todo si China facilita su importación. En segundo lugar, el comercio transfronterizo a través de Internet aumentará sustancialmente. El primero impulsará las exportaciones comunitarias a China, ya que forma parte de sus ventajas comparativas, mientras que el segundo fomentará las exportaciones chinas a Europa. La cuestión crucial es cuál de las dos tendencias será más importante y, en consecuencia, si el cada vez mayor déficit comercial de la UE con respecto a China se reducirá o seguirá aumentando ...