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Erik Jones
Pese a ser un tema recurrente en las propuestas de reforma de la eurozona, la opción de los eurobonos no parece estar cuajando, al menos en lo que a su traslación a políticas se refiere. Algunos de sus rasgos vienen debatiéndose antes incluso de que existiera el euro. Las propuestas más recientes a favor de un instrumento mutualizado de deuda soberana presentan tanto ventajas como riesgos. En el terreno positivo, dicho instrumento aportaría mayor claridad jurídica en caso de reestructuración, a la vez que crearía una amplia clase de activos relativamente sin riesgo. En cambio, los riesgos relacionados con la seguridad jurídica, el control político, la responsabilidad financiera y, por último, el riesgo moral dificultan convencer de sus bondades a un público ya de por sí escéptico. En este contexto, la alternativa europea prevé avanzar hacia una mayor responsabilidad nacional y apoyarla con formas limitadas de préstamo sujetas a condicionalidad. La cuestión es si dicha alternativa será suficiente. Los mercados transfronterizos de capitales siguen siendo ineficientes para evaluar el riesgo soberano y neutralizar el riesgo moral –sobre todo, aunque no exclusivamente, dentro del área de la moneda única– y las salidas de capitales tienen consecuencias muy dañinas para las economías europeas.
Por tanto, los eurobonos serán necesarios y el debate sobre su creación seguirá vivo
