Esta gran esperanza, al principio, tenía todo a su favor. Santo Tomás y Victor Hugo, una afortunada mezcla de inspiración cristiana y anticipaciones humanitarias, generosidades y verosimilitudes. Así, por ejemplo, la marcha inexorable hacia la unificación de las naciones en una gobernanza global, al igual que antaño de las regiones en los Estados-nación, o sólidas y simplistas certidumbres como “La unión hace la fuerza”.