En el umbral del siglo XXI, España, demográficamente hablando, parece haberse convertido en un país especializado en batir récords mundiales: así lo atestiguan los niveles en la fecundidad con 1,2 hijos por mujer y en la esperanza de vida, que se situaba en 75,3 años para los hombres y 82,5 para las mujeres en 1999, según los últimos datos ofrecidos por la Comisión Europea (Eurostat, 2000). En cuanto a los movimientos migratorios, podemos estimar que los flujos, aunque crecientes, se encuentran aún muy por debajo de los registrados en otros países de la Unión Europea, siendo el cambio de signo del saldo migratorio la característica más relevante de su evolución reciente. España que secularmente estuvo marcada por la emigración, a partir de mediados de los setenta pasará a ser un país de inmigración: el retorno de los antiguos migrantes españoles primero, y la llegada creciente de migrantes de nacionalidad extranjera después, explican esa inversión.