El presidente bielorruso Alexandre Lukashenko, a quien la operación militar rusa de febrero de 2014 en Crimea le cogió desprevenido, ha apostado finalmente por una neutralidad ambigua con respecto a las partes en conflicto. Vacila entre el reconocimiento implícito de la anexión de ese territorio por parte de Moscú y su voluntad de no degradar sus relaciones con Ucrania, tercer socio comercial de su país.