Lo que sigue es un comentario crítico de El buen profesional, de Damián Salcedo (2015, pp. 17-24).
En este artículo se ofrece una caracterización de la integridad profesional, y de algunos de los dilemas que se le plantean al trabajador social en su práctica cotidiana, a partir de una caracterización formal de nuestros juicios morales. Se asume, en el citado texto, que un trabajo previo de clarificación conceptual —eminentemente filosófico y centrado en el tipo de razones que sustentan nuestros juicios morales— podría ser de ayuda a la hora de analizar conflictos y dilemas profesionales típicos.
Asumiendo que cualquier dominio profesional debería prestar atención a aquellos datos científicos que serían relevantes para explicar la labor que se desarrolla dentro del dominio en cuestión, este comentario explora las consecuencias que para la ética profesional tendría una caracterización filosófica de nuestra capacidad moral que sea «empíricamente informada». Se defenderá en este comentario que esta información empírica debería modular de modo importante las demandas a las que el profesional está sujeto y seguramente también debería llevarnos a repensar los mecanismos institucionales que podrían reforzar una correcta práctica profesional
The presented text is a critical commentary of Damián Salcedo’s «The Good Professional» (2015, pp. 17- 24). This work offers a characterisation of professional integrity and of certain dilemmas that face social workers in their daily practice, from the starting point of a formal characterisation of our moral judgments. The work assumes that a previous task of conceptual clarification —essentially philosophical and focused on the type of reasons that underpin our moral judgments— may be of assistance in analysing typical professional conflicts and dilemmas.
Assuming that any professional domain should pay attention to the scientific data that would be useful in explaining the work that is carried out within it, this commentary explores the consequences for professional ethics of applying an «empirically informed» philosophical characterisation of our moral capacity. This commentary will argue that this empirical information should significantly shape the demands to which professionals are subject and should certainly also lead us to rethink the institutional mechanisms that could reinforce proper professional practice.