Para los socios de Estados Unidos, los europeos en primer lugar, Donald Trump es un elemento perturbador que, como el ariete utilizado para batir murallas, viene a embestir contra sus dogmas más sagrados. El choque es tan duro que los medios –y, en voz baja, la mayoría de los dirigentes– dudan de la salud mental del multimillonario que se ha instalado en la Casa Blanca. A modo de contribución a la celebración del sexagésimo aniversario de la firma del Tratado de Roma (25 de marzo de 1957) que dio origen a lo que es hoy la Unión Europea (UE), Trump mandó sepultar su fundamento más importante: el libre comercio.