Irene Montiel Juan
El ciberespacio constituye un contexto básico de socialización para los nativos digitales, al tiempo que se configura como un espacio de oportunidad criminal en el que niños, niñas y jóvenes continúan siendo víctimas y agresores. Fenómenos como el cyberbullying, el ciberacoso sexual, el online grooming o el sexting constituyen formas de cibercriminalidad social que, según numerosos estudios sobre cibervictimización y ciberdelincuencia auto-revelada, implican a un importante número de menores en España cada año, especialmente en el caso del ciberbullying y el ciberacoso. Sin embargo, no reflejan lo mismo las estadísticas oficiales. A pesar de apuntar una tendencia creciente de la cibercriminalidad en los últimos años, representa menos de un 2% de todos los delitos conocidos y sólo se dispone de algunos datos fragmentarios sobre la implicación de menores en estos casos. Los datos muestran que este grupo de edad es el más afectado, con mucha diferencia, por los ciberdelitos sexuales, pero también son estos los ciberdelitos que más cometen. Por otra parte, las elevadas prevalencias reveladas por los estudios de cibervictimización y ciberdelincuencia auto-revelada no concuerdan con el escaso impacto del ciberdelito juvenil en las estadísticas oficiales y en los tribunales de justicia. Entre las posibles explicaciones destacan la transversalidad de estas formas de delincuencia, que pueden manifestarse en comportamientos ilícitos de muy diversa naturaleza, la ausencia de pruebas para su imputación y esclarecimiento, las dificultades técnicas para dejar constancia del componente cibernético al registrar el ilícito, así como la ausencia de denuncias por parte de las cibervíctimas.Las tasas de denuncia del online grooming y el cyberbullying son, en general, más bajas que sus equivalentes tradicionales (abuso sexual infantil y bullying). La elevada cifra negra de la cibercriminalidad social juvenil contribuye a la invisibilidad del fenómeno al tiempo que favorece el fortalecimiento del sentimiento de impunidad de los ciberagresores y el de desprotección e indefensión de las cibervíctimas, pudiendo llegar a considerarse incluso cierta forma de victimización secundaria.
El ciberespai constitueix un context bàsic de socialització per als nadius digitals, alhora que es configura com un espai d’oportunitat criminal en el qual nens, nenes i joves continuen sent víctimes i agressors. Fenòmens com el cyberbullying, l’online grooming o el sexting constitueixen formes de cibercriminalitat social que impliquen un important nombre de menors a Espanya cada any. Tanmateix, les elevades prevalences aportades pels estudis de cibervictimització i ciberdelinqüència autorevelada no concorden amb l’escàs impacte del ciberdelicte juvenil en les estadístiques oficials i en els tribunals de justícia. Segons dades oficials, s’observa una tendència creixent de la cibercriminalitat en els últims anys, però representa menys d’un 2% de tots els delictes coneguts. Les dades disponibles sobre la implicació de menors en aquests casos són molt fragmentàries i mostren que únicament un 4,5% de totes les cibervictimitzacions conegudes i un 7,1% de totes les detencions i imputacions per ciberdelictes afecten menors.Entre les possibles explicacions a aquesta discrepància, destaquen l’escassetat de denúncies per part de les cibervíctimes, l’absència de proves per a la imputació i esclariment dels fets i les dificultats tècniques per a deixar constància del component cibernètic en registrar l’il·lícit. L’elevada xifra negra de la cibercriminalitat social juvenil contribueix a la invisibilitat del fenomen, la qual cosa reforça el sentiment d’impunitat dels ciberagressors i el de desprotecció i indefensió de les cibervíctimes, ja que es pot arribar a considerar fins i tot certa forma de victimització secundària.
Cyberspace constitutes a basic context of socialization for digital natives, while, at the same time, representing a platform of criminal opportunity in which children and young people continue to be victims and perpetrators. Phenomena such as cyberbullying, online grooming and sexting constitute types of social cybercrime that involve a significant number of children in Spain each year. However, the high levels of prevalence revealed by research into self-reported cyber-victimization and cybercrime do not agree with the minor impact of juvenile cybercrime in the official statistics and the law courts. According to official data, there has been a growing trend in cybercrime in recent years, but it accounts for less than 2% of all recorded crimes. The data available on the involvement of children in these vases are extremely fragmented, claiming that only 4.5% of all recorded cyber-victimizations and 7.1% of all arrests and indictments for cybercrimes affect children.The potential explanations of this discrepancy include the failure of victims to report cybercrime, a lack of evidence for prosecution and clarification of the facts, and the technical difficulties involved in proving the cybernetic component when reporting the offence. The high hidden crime rate in terms of juvenile social cybercrime contributes to the invisibility of the phenomenon, which reinforces the sense of impunity for perpetrators and the lack of protection and defencelessness of cyber-victims, which may even be considered as a kind of secondary victimization.