Cae la noche en la avenida de los Campos Elíseos en París. Varios centenares de individuos, desafiando el estado de excepción, cortan la circulación. Algunos llevan capuchas; tal vez estén armados, a juzgar por los bultos que se perciben bajo sus abrigos. Caminan hacia el "perímetro prohibido", el de la residencia del presidente de la República y del Ministerio del Interior, en la plaza Beauvau, corazón del Estado donde, normalmente, nadie puede manifestarse. De un momento a otro, la Policía descargará contra ellos granadas de gas lacrimógeno, golpes de porra y balas de goma. Esta vez no. Esta vez, ellos son la Policía.