Carmen Beatriz Fernández
Tras la Guerra Civil y entre 1960 y 1990 Venezuela fue, junto con Argentina y México, el principal destino de la emigración española. Los vínculos hispano-venezolanos han trascendido históricamente las esferas ideológicas y son fundamentalmente sociales y económicos.
Venezuela vive hoy la hora más menguada de su etapa republicana. El chavismo quebró a Venezuela, dicen sus adversarios. Y es verdad. En sus 17 años de gestión se expropiaron más de 100 empresas y el porcentaje de empleo industrial cayó del 24 al 21%, según datos del Banco Mundial. El número de industrias pasó, según cifras oficiales, de 11.100 en 1998 a 7.000 en 2007, último año en que se publicaron las estadísticas. Podría decirse que la desindustrialización fue un objetivo del chavismo, con un total de 1.200 entidades privadas intervenidas según los datos de Conindustria.
Más allá de una quiebra económica, ocurre en paralelo una quiebra social y de convivencia. Los años del gobierno de Hugo Chávez llevaron a un brutal incremento de la inseguridad ciudadana: entre 1998 y 2015 la cifra anual de asesinatos se multiplicó por nueve, y pasó de 3.200 a 28.000 al año. Se calcula que la revolución bolivariana hizo que cerca de un millón y medio de venezolanos, en su mayoría profesionales, emigraran, fracturando a muchas familias y constituyendo una importante diáspora repartida en todo el mundo, que alcanza a cerca del 8% del censo electoral venezolano. Un centenar de presos políticos completan la fotografía social actual.
Es imposible quebrar una petrolera, pero el chavismo puso en ello su mejor empeño: Petróleos de Venezuela, Sociedad Anónima (PDVSA) tenía en 1998 unos 32.000 empleados y ahora cuenta con más de 100.000 funcionarios. En paralelo, la deuda de la petrolera estatal pasó de 2.000 millones de dólares a más de 60.000 millones. Y, lo que es peor, con más deuda y más empleados, su producción petrolera se redujo de 3,2 millones a 2,6 millones de barriles al día, al tiempo que el coste de producción por unidad aumentó de 2,6 dólares por barril en 1998 a casi 20 dólares por barril hoy. Contando con los más ingentes recursos de la historia petrolera venezolana, la revolución bolivariana creó un entramado inimaginable de distorsiones económicas e institucionales, salpicado abundantemente con corrupción. El gobierno recibió más de 600.000 millones de dólares por concepto de ingresos petroleros y emitió deuda internacional por 150.000 millones más. Los exministros de Chávez, Héctor Navarro y Ana Elisa Osorio, calculan que hasta 200.000 millones de dólares habrían sido asignaciones preferenciales a empresas fantasmas en los últimos 12 años. En total y a precios actuales, se ha gastado unas 3,5 veces más que el Plan Marshall que reconstruyó Europa tras la Segunda Guerra mundial.
Es difícil encontrar un peor ejemplo de gestión pública en el mundo. Quizá por ello Venezuela ha tenido un alto protagonismo en la pasada campaña electoral española. No es para menos, es conocido el papel de la fundación CEPS (Centro de Estudios Políticos y Sociales), think tank del partido Podemos, cuya ejecutiva compartieron Pablo Iglesias e Iñigo Errejón, en el asesoramiento a los gobiernos de Chávez y Nicolás Maduro. El caos venezolano ha sido pródigamente usado por los adversarios de Podemos como el antimodelo a evitar, como referente aterrorizante de lo que podría ser España con un gobierno de esa nueva fuerza política