Carlos Franganillo
Hace un año, los periodistas y expertos en política estadounidense dábamos por hecho un duelo electoral entre dinastías familiares para alcanzar la Casa Blanca. Los Bush contra los Clinton. Jeb contra Hillary. Los grandes mecenas se alinearían con uno u otro candidato y la capacidad para colocar anuncios electorales en radio y televisión jugaría un papel decisivo en las primarias y en la recta final hacia la presidencia. Nos equivocamos.