Desde el inicio del siglo XXI, Argelia ha puesto un especial énfasis en llevar a cabo un proceso de transformación económica que le permita mejorar el nivel de vida de su población, así como el diversificar su economía excesivamente centrada hasta ahora en la explotación de sus recursos energéticos. Para ello ha propuesto una serie de planes de desarrollo que manifiestan claramente dos intenciones: en primer lugar se pretende llevar a cabo un cambio y una notable mejora en las infraestructuras sociales (viviendas, transporte, enseñanza, sanidad, etcétera);
y en segundo lugar, el propósito es el de modificar su excesiva especialización productiva poniendo en marcha nuevas oportunidades para sectores como la agricultura, las energías alternativas y el turismo. Se finaliza el escrito apuntando algunos de los problemas que pueden limitar estas intenciones.