El balance de la política social chilena arroja, sin duda, resultados positivos pero plantea igualmente interrogantes en cuanto a su real eficacia, dados sus rendimientos decrecientes en el tiempo, siendo el déficit social aún significativo. En particular, la permanencia de una fuerte desigualdad en la distribución del ingreso señala la tensión, característica de la experiencia chilena, entre los fundamentos solidarios de una política social ambiciosa y la lógica de un sistema basado en preceptos neoliberales. Ha habido resistencia sistémica a la política social. En este cuadro, la caída del ritmo de crecimiento económico viene a reforzar un cuestionamiento a las políticas públicas demasiado concentradas en lo social