Ana Tissera
Las conmemoraciones trascendentes suelen estar rodeadas de una estridencia celebratoria que me lleva, intuitivamente, a buscar otras caras de la moneda, las que no pertenecen al relato consagrado de los hechos. Por ello, en torno al suceso que nos convoca, la trascendencia de la revuelta universitaria ocurrida en Córdoba en 1918, he preferido hablar de dos figuras que ocupan un lugar aleatorio en el canon de la tradición reformista: el mexicano José Vasconcelos y el peruano José Carlos Mariátegui. Justifica la elección el interés que ambos tuvieron por dar carácter de programa, de acción social educativa, a lo que en la mayoría de los países latinoamericanos sólo fue declaración de principios, arrogante proclama, exaltado discurso, retórica revolucionaria.