Según una parte de la prensa, el proceso de destitución de la presidenta Dilma Rousseff, iniciado el pasado 17 de abril mediante la votación en el Parlamento, daría muestras de la fuerza de la joven democracia brasileña. Sin embargo, es todo lo contrario. Al renunciar a reformar el sistema político del país, la izquierda construyó la trampa en la que ha quedado atrapada en la actualidad.