Roberto Arnau Roselló
Es constatable la existencia de un periodo del cine español casi olvidado, pero de suma importancia en la configuración de nuestra memoria histórica visual. Se trata de aquel que construye su idiosincrasia en la clandestinidad, cuyas producciones militantes sin licencia comercial de exhibición se distribuyen entre una red de centros sociales y cineclubs durante los últimos años de la dictadura franquista (1970-1975). Estos films, eminentemente colectivos, constituyen uno de los puntales del movimiento político antifranquista por cuanto se gestan, se ruedan y distribuyen en su seno. Pero a su vez, representan aspectos consustanciales de las luchas sociales y los modelos políticos de organización colectiva que impulsaron el camino hacia la democracia frente a la caduca y represora dictadura franquista. Paradójicamente, en la actualidad la mayoría de estas imágenes no son conocidas por estos filmes, sino por su inclusión posterior en series documentales televisivas realizadas en la década de los ochenta. Estos productos audiovisuales televisivos han contribuido a fijar en la memoria visual colectiva una serie de imágenes-icono que condensan la esencia del discurso del consenso promovido precisamente desde los medios institucionales, como mecanismo para pulir, dirigir y condicionar el significado de las imágenes de las luchas sociales antifranquistas. Por ello, es necesario denunciar las operaciones de apropiación discursiva a las que se han visto sometidas, en una constante reescritura llevada a cabo en este tipo de trabajos sobre la transición política española, como demuestra la serie �La Transición Española� dirigida por Elías Andrés y Victoria Prego. En estas aproximaciones periodísticas la representación de la llamada �Transición española� como un proceso acabado, perfecto, sin aristas ni posibles interpretaciones, a través del falso discurso del consenso, choca frontalmente con la versión que se desprende de los filmes producidos colectivamente en el periodo, en los que se cuestiona, entre otras cosas, la representatividad y la legitimidad del naciente sistema político. El programa infame de re-interpretación al que se han visto abocados sus filmes, en línea con la imagen beatífica de la Transición y la supuesta centralidad del papel del Rey en la consecución de la democracia, demuestra que, aún hoy, queda mucho trabajo por hacer, casi tanto como entonces