Las pequeñas ciudades son un elemento esencial, aunque a menudo descuidado, de los paisajes rurales y de los sistemas alimentarios. Estos centros urbanos de menor tamaño desempeñan varias funciones esenciales, desde nodos de mercado hasta proveedores de bienes y servicios, así como empleo no agrícola para sus respectivas poblaciones y para la región circundante. En términos demográficos, representan aproximadamente la mitad de la población urbana del mundo, y según las proyecciones absorberán gran parte de su crecimiento en los próximos decenios. Las pequeñas ciudades son también esenciales en los sistemas alimentarios, ya que conectan a los productores con mercados más amplios y proporcionan acceso a ingresos en efectivo para grupos sin tierras y pobres con tierras que son compradores de alimentos netos. En consecuencia, cuando todo va bien las pequeñas ciudades son un elemento esencial del círculo virtuoso del desarrollo rural y urbano, y estimulan el crecimiento mediante la diversificación de la base económica local.
Pero las funciones de las pequeñas ciudades vienen determinadas por varios factores específicos del contexto: el cambio medioambiental, los patrones del comercio internacional y nacional y, quizás lo más importante, la capacidad técnica, los ingresos económicos y la rendición de cuentas de los gobiernos locales, lo que a su vez depende en gran medida del apoyo de los gobiernos nacionales.