Desde 2009, la Unión Europea ha estado trabajando en favor de una transformación de su política energética, mirando más allá del futuro inmediato y aspirando a objetivos a largo plazo enmarcados en un mercado energético más sostenible. A día de hoy, el 22 % de la producción de energía doméstica de la Unión Europea proviene de recursos renovables. En cambio, en el caso de los países de Oriente Próximo y el Norte de África la cifra baja al 6 %. Es imposible diseñar una política energética eficiente circunscrita a las fronteras de la Unión Europea, puesto que se requiere la cooperación con sus regiones vecinas, en términos de legislación e infraestructura, para poder alcanzar realmente sus objetivos a largo plazo. Un creciente número de presiones, intereses económicos e inquietudes nacionales han estado amenazando este frágil equilibrio, haciendo más patente la necesidad de trabajar juntos y compartir un destino común