Nayla Tabbara
En los últimos veinte años, y desde la puesta en marcha del Proceso de Barcelona, la comunidad internacional ha estado apoyando diversas iniciativas euromediterráneas en un marco de educación intercultural implementado tanto por organizaciones no gubernamentales de nivel internacional como por organizaciones de la sociedad civil de carácter nacional. La suma total de estas iniciativas y su efecto acumulativo todavía está por evaluar. Sin embargo, se puede constatar la proliferación de programas educativos, cursos y formación interculturales sobre diálogo, cuestiones interculturales y retos globales, que aspiran a crear un entendimiento mutuo y un marco de valores y principios compartidos en las dos orillas del Mediterráneo y entre jóvenes de diferentes extracciones culturales. Pero el contexto que llevó al Proceso de Barcelona ha cambiado. En la medida en que las revoluciones producidas en los países árabes desde 2011 están alterando la dinámica de poder en el mundo árabe, pero también están creando una nueva oleada de violencia y un nuevo problema de refugiados en todo el Mediterráneo, y cuando el extremismo religioso y el terrorismo en nombre de la religión se están convirtiendo en un problema global, la educación intercultural debería adoptar nuevas formas