Georgina Higueras y Rumbao
El titánico plan de transportes puede cambiar la economía mundial y encumbrar a China como hiperpotencia. Por tierra y por mar, de Asia a Europa, África y América Latina, la nueva Ruta de la Seda global tiene el potencial de transformar a su paso el pensamiento y la cultura.
China ha emprendido un proyecto global de transportes sin parangón en la historia. Lo que hace apenas dos años comenzó con un discurso del presidente Xi Jinping sobre revitalizar la antigua Ruta de la Seda, se ha convertido en el mayor desafío de la economía mundial, una revolución total en las infraestructuras de tránsito de pasajeros, mercancías, hidrocarburos y alta tecnología. Denominado Un cinturón-una ruta (One Belt-One Road, en inglés), el plan pretende ser la clave del encumbramiento de China como hiperpotencia.
Unos 2.300 años atrás, avezados mercaderes a lomos de camellos instauraron una vía, a través de Asia Central y Oriente Próximo, por la que intercambiar los productos de los dos extremos del continente euroasiático. Esta senda de las caravanas, que solo recibió el nombre de Ruta de la Seda en el siglo XIX, cuando hacía ya tiempo que había caído en desuso, permitió el florecimiento del comercio, la cultura y el descubrimiento de avances como el hierro fundido y el tejido de seda de Oriente o el vidrio de Occidente.
A la ruta terrestre original, Pekín ha sumado una marítima con la que adentrarse por África y otra transoceánica con la que involucrar a Suramérica y conectar el Atlántico con el Pacífico a través de una línea ferroviaria. El conjunto de este titánico proyecto tiene el potencial de renovar el comercio, la industria, la innovación, el pensamiento y la cultura, al igual que sucedió con la Ruta de la Seda. Su puesta en marcha alterará el mapa económico mundial.
El presidente del Banco de China, Tian Guoli, destacó que solo las rutas terrestre y marítima afectan a 4.400 millones de personas y 65 países, lo que brinda "grandes oportunidades" para todos, incluida Europa. La UE, que es el principal socio comercial de Pekín, quiere coordinar esta estrategia con el Plan Juncker de reactivación económica y ha abierto las puertas a la inversión china, que en los cinco primeros meses de 2015 ha crecido un 367,8%. Pekín solo comenzó a invertir en el exterior en 2010 ...